Tengo la tremenda suerte de vivir entre ángeles, a pesar de mi obstinado ateísmo, estos ángeles se tropiezan conmigo constantemente.
En el catecismo, que tuve que estudiar en una España extraña, nos explicaban que existía una corte celestial que estaba basada en un sistema de Jerarquías, de forma que los más cercarnos a Dios eran los Serafines, seguidos de los Querubines y así siete más … hasta que llegamos al último escalón de la jerarquía, que eran los Ángeles.
Ellos constituyen el grado inferior pues son los que están más cerca de los hombres y del mundo.
Pues bien, estoy convencida de que estos ángeles de los que hablo no están en el último escalón de la Jerarquía, sino que son hombres y mujeres que viven mezclados entre nosotros. Hombres y mujeres anónimos, que habitan mi ciudad y que su presencia hace que la vida de los demás sea infinitamente mejor.
Conozco un ángel periodista, que ve la vida a través del objetivo de su cámara de fotos y que lleva los bolsillos de su chaleco repleto de instantáneas especiales de todos los sitios del mundo en los que ha trabajado como corresponsal, y que cuando coge la pluma hace temblar los cimientos del alma.
Conozco ángeles con chaleco rojo, que corrían el viernes por los pasillos para llegar al puerto lo antes posible a recoger a 25 inmigrantes que llegaban en patera, sabiendo que cuando ven la cruz ven amigos que los acogen.
Conozco ángeles que trabajan para que no desaparezcan las sonrisas de los más vulnerables, los menores, y se enfrentan para ello a padres y madres que no deberían llamarse así.
Conozco un ángel de ojos claros, que vive conmigo, y que cuando creo que pierdo la dirección me coge la mano y me indica el camino.
Conozco un ángel que trabaja con mujeres y las escucha, las acompaña, las ayuda, igual que no dudó en hacerlo hace años con los inmigrantes.
Conozco un ángel que después de una larga y dura jornada laboral se iba a acompañar a unos hermanos que se habían quedado terriblemente solos.
Conozco un ángel que cada día vive la crudeza del cáncer, acompañando a los enfermos y enfermas y a sus familias, acompañándoles a veces en el proceso de la enfermedad y a veces hasta el final, no de cuento, de la misma.
Conozco ángeles que empujan sillas de ruedas, que visitan a niños y niñas hospitalizados, que velan porque las personas mayores se sientan un poco menos solas, que se convierten en las familias de niños y niñas sin hogar, que no dudan en poner en peligro su propia vida para salvar a los demás, que conviven con los y las inmigrantes para que en nuestra Ceuta se sientan en paz.
Conozco también ángeles que luchan porque todos y todas tengamos los mismos derechos y que se enfrentan al mundo para hacerlo más habitable.
Estos ángeles no están en el último escalón de la jerarquía celestial, están en el primer escalón de la Jerarquía humana y no reconocen su valor, porque su bandera suele ser la de la humildad haciendo que a su lado uno se sienta especial.
Pues bien, el pasado día 3 mi ciudad reconoció su esfuerzo y su valía a un coro de ángeles, entregando la medalla de la autonomía a la asociación DIGMUN.
Una asociación que lucha “por la dignidad de las mujeres, niños y niñas”, que luchan por la base de todos los derechos, porque si las personas perdemos nuestra dignidad no nos queda nada.
Me he cruzado con estos ángeles en algunas ocasiones, y a ellas sí quiero hoy ponerles nombre, con Maribel, el alma Mater, en los despachos del centro penitenciario defendiendo el trabajo que su asociación lleva a cabo con las internas del Centro, con Paloma que con su acento endulza todas las conversaciones, buscando un hueco para que sus alumnas puedan desarrollarse, con Manuela solicitando mantas para los y las inmigrantes que cariñosamente la llaman “mamma”, y ¿cómo no? Con la dulce Alicia, que durante un tiempo estuvo entremezclada con los chalecos rojos, y que me llama para pedirme leche para una madre que no tiene con qué alimentar a su bebé, y a la que cariñosamente regaño porque no me llama con más asiduidad para ayudarla…
...con Alicia he compartido más momentos, porque nos unen más cosas, porque compartí con ella una lista y un proyecto ilusionante, porque me conquistó con la frase “..ella era de una de las nuestras…”, cuando sufrí la muerte de mi abuela y le dí las gracias por la corona de flores que enviaron desde “mujeres vecinales”, y porque siempre me han gustado sus discursos llenos de rosas y mujeres…
Se que son muchos y muchas más los ángeles que conforman DIGMUN, no tengo la satisfacción de conocerlos a todos y todas, pero sí tengo el enorme privilegio de conocer a una muestra de la asociación que me hace pensar que el resto son también de un enorme fuerza humanitaria.
Va hoy para vosotras mi más sincera felicitación, mi más humilde reconocimiento… a estos ángeles que demuestran que el peso de una medalla no les impide extender sus alas y elevar el vuelo (si no que se lo digan a Alicia que al día siguiente seguía con sus labores sin acordarse de la medalla)…
Sin duda, somos afortunados porque vivimos rodeados de ángeles…
Bueno, con la lágrima en el alma y en la cara, muchas gracias Alicia. Siempre gracias.
ResponderEliminarPrecioso.... precioso de verdad
ResponderEliminarSimplemente............. precioso, decirte que una vez más has hecho que me emocione al leerte, muy tierno.
ResponderEliminarAlicia.... cuando leo tus escritos se me ilumina el alma, siento que esta vida y este mundo es precisoso y sobre todo que esta lleno de personas maravillosas, entre ellas TU. Besittos.
ResponderEliminarprecioso Alicia, tienes tanta razón en lo que has escrito, lo que sale del corazón siempre es bonito, realmente estamos rodeados/as de angeles y tu tienes la suerte por tu trabajo de rodearte de muchos. No había leido nada tuyo, me ha encantado y emocionado. Verdad es que las personas que dedican su tiempo a tender la mano a los demás merecen todos los reconocimientos. Muy merecida la medalla a la Asoción Digmun, todas y cada una de las integrantes son grandes MUJERES, y mejores personas. Un abrazo. Fini
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